viernes, 25 de noviembre de 2011
JOSEF ESTERMANN Y LA FILOSOFÍA ANDINA. Davide Payser
JOSEF ESTERMANN Y LA FILOSOFÍA ANDINA
Davide Payser 
¿Es la filosofía una disciplina 
exclusiva de occidente? ¿Tiene acaso la filosofía occidental carácter 
universal –o “supracultural”? ¿Qué filosofía pueden enseñarnos los 
pueblos empobrecidos de Abya Yala a nosotros, que vivimos en el llamado 
“mundo desarrollado”? Estas son algunas de las preguntas que el filósofo
 Josef Estermann trata de resolver en su libro Filosofía andina. Sabiduría indígena para un mundo nuevo
 (La Paz: Instituto Superior Ecuménico Andino de Teología, 2006). El 
libro nace con una vocación claramente polémica de dar voz filosófica a 
aquellos pueblos de la periferia que, según la tradición académica 
dominante, no son capaces de producir filosofía sino, a lo sumo, 
“cosmovisión”, “mito” o tal vez “pensamiento”. Poner en pie de igualdad 
filosófica una cultura que no tiene tradición escrita, que no privilegia
 el concepto como forma de conocimiento de la realidad y  cuyo sujeto no
 es individual sino colectivo no es tarea fácil. Entroncando con las 
corrientes de la Filosofía de la Liberación latinoamericana (Mariátegui,
 Salazar Bondy, Dussel) y haciendo suya la hermenéutica de la Filosofía 
Intercultural (R. Panikkar, Fornet-Bethancourt), el autor establece un 
diálogo entre la tradición occidental y la sabiduría de los pueblos que 
habitan los Andes, particularmente aquellos que hablan las lenguas 
quechua y aimara, un diálogo que no rechaza el conflicto y que no niega 
las condiciones de desigualdad radical sobre las que se funda, tratando 
de establecer una visión que contemple los diferentes aspectos 
filosóficos que se expresan no ya en determinados textos y sus 
conceptos, sino en la vivencia cotidiana de los y las habitantes del 
espacio andino, en sus ritos y celebraciones, en su arte y sus símbolos.
 Como resultado tenemos un texto que nos enseña el todo de relaciones que constituye la realidad para el runa/jaqi (“persona”, en quechua y aimara respectivamente). No las cosas, sino las relaciones entre estas:
 lo individual no tiene plena existencia, lo importante es entonces la 
relación. Este principio de relacionalidad del todo tiene una validez 
cósmica y abarca incluso a Dios, que también resultaría “relativo”. A su
 vez, la relacionalidad se deriva en otros tres principios: 
complementariedad, correspondencia y reciprocidad, que atraviesan 
transversalmente la lógica, la cosmología, la antropología, la ética y 
la teología andinas. El símbolo por excelencia es la chakana, 
la cruz andina, que representa estos vínculos universales. A partir de 
este orden tenemos otras concepciones del tiempo y del espacio, de los 
ciclos vitales, de la vida social, del bien y del mal, de la salud y la 
enfermedad, que no se corresponden con aquellas que manejamos en 
occidente.
No resulta fácil llegar a entender plenamente a ese otro
 cuyo pensamiento difiere tanto del nuestro (el controvertido tema de la
 “inconmensurabilidad” entre culturas). Sin embargo, la opción por el 
diálogo intercultural constituye acaso una apuesta ética que nos deja en
 suspenso, abiertos a la interpelación de aquellos que se han quedado 
fuera de la fiesta consumista en que se ha convertido la vida en 
occidente (una fiesta que, por lo demás, ya se acaba) y que nos ayuda a 
plantearnos cómo haremos para poder llevar a cabo una vida más justa y 
más equilibrada entre todos los habitantes de la tierra.
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1 comentarios:
Interesante reflexión, gracias por compartirla
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